CUENTO: AUTOESTIMA Y HONESTIDAD

ITALIANO

¿Cuantas veces dejamos de ser nosotros mismos por miedo a lo que piensan los demás? El miedo a que se ríen de nosotros, nos critiquen y no nos acepten.

Pienso que todas las veces que renunciamos a ser coherentes y congruentes con nuestros valores, emociones y con nuestro ser perdemos la posibilidad de aportar algo bueno a nuestra vida y a la de los demás.

Cuando somos conectados con nuestro interior entonces somos capaces realmente de grandes cosas….

Con este cuento os deseo un bonito fin de semana

Buena lectura

Con cariño

Federica

Tang era un pequeño obrero en un reino del Lejano Oriente.

Trabajaba el cobre y fabricaba magníficos utensilios que vendía en el mercado.

Tenía una vida feliz y una alta autoestima.

Solo le quedaba encontrar a la mujer de su vida.

Un día, un enviado del rey llegó para anunciar que Su Majestad deseaba casar a su hija con el joven de mayor autoestima del reino.

En el día estipulado, Tang se dirigió al palacio y se encontró con cientos de jóvenes pretendientes.

El rey los miró a todos y le pidió a su cambelán que les diese a cada uno cinco semillas de flores.

Después, les rogó que regresaran en primavera con una maceta de flores salidas de las semillas que había hecho que les dieran.

Tang plantó los granos, los cuidó con esmero, pero allí no salió nada: ni brotes, ni flores.

En la fecha estipulada, Tang cogió su maceta sin flores y partió hacia el castillo.

Cientos de otros pretendientes llevaban macetas con flores magníficas y se burlaban de Tang y de su maceta de tierra sin flores.

Entonces el rey pidió a cada uno de ellos que pasaran ante él para presentar sus macetas.

Tang llegó, algo intimidado ante el rey: “No germinó ninguna de las semillas Majestad” dijo.

El rey le respondió: “Tang, quédate junto a mí”.

Cuando todos los pretendientes hubieron desfilado, el rey los despidió a todos excepto a Tang.

Anunció a todo el reino que Tang y su hija se casarían el verano próximo.

¡Fue una fiesta extraordinaria! Y Tang y la princesa cada vez estaban más enamorados.

Vivían felices. Un día Tang le preguntó al rey, su suegro:

“Majestad, ¿cómo es que me escogisteis como yerno si mis semillas no habían florecido?”

Y él contestó:

¡Ninguna semilla podía florecer!

¡Hice que hirvieran toda la noche!

y tú fuiste el único en tener bastante autoestima y consideración hacia los demás para ser honesto.

¡Era un hombre así el que yo quería como yerno!

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